POESÍA 2


Compasión

La guerra debe confundir a los ángeles.
Los dos bandos implorando protección,
y aún siempre alguien sale herido.
Alguien muere.
Alguien llora tanto
que se queda sin lágrimas.

La guerra debe confundir a los ángeles.
¿A quién pueden ayudar? 
¿Con quién pueden aclarar las cosas?
¿La piedad de quién tendrán con el despiadado?
No se oyen gritos leves.
No se siente dolor que no sea impuro.
Todo es claro para los ángeles
excepto en la guerra.

Me desperté con estos pensamientos
luego de un sueño que tuve anoche.
Vi dos ángeles hablando, en un campo
de espíritus de niños que se alzaban
como un humo plateado.
Los ángeles peleaban
por qué bando tenía la razón
y qué bando estaba equivocado.
¿Quién inició el conflicto?

De pronto los ángeles se detuvieron
como un péndulo que se aquieta,
y brindaron su compasión
al humo que subía
de las almas, que llevaban el sello de la guerra.
Se dirigieron a mí con esos ojos
de la biblioteca de Dios,
y todas las cosas caídas
se elevaron al unísono,
unidas como el aliento
de las llamas en una caldera sagrada.

Nada de la guerra lleva a la destrucción
sino la ilusión de separación.
Oí esto tan claramente que sólo pude
escribirlo como una firma forjada.
Recuerdo la compasión,
inmensa, prestada al universo.
Pienso que una pequeña parte todavía se me adhiere 
como los hilos de una telaraña.

Y ahora, cuando pienso en la guerra,
le arrojo estos hilos al universo,
esperando que se adhieran a otros
como lo han hecho conmigo.
Tejiendo ángeles y animales
según la gracia filamentosa de la compasión.
El retículo de nuestra casa bajo el cielo.